Y qué manía con anticiparse al dolor, qué manía con buscarlo, como si éste no fuera a llegar ya por sí solo.
Y qué manía con cortarnos las alas poco a poco, como si eso fuera a doler menos que la caída tras haber empezado a volar.
Y qué manía con ir siempre con el freno echado, qué manía con afrontar con miedo las cosas buenas, como si no nos las mereciéramos o no estuvieran hechas para nosotros.
Y qué manía con medir cada movimiento que hacemos, como si vivir fuera algo que se pueda controlar.