Todos podemos volar, pero a veces se nos olvida cómo

LETRAS, Otoño

De viajar me gustan muchas cosas, pero lo que más es la relativización del tiempo. Me encanta que las horas se estiren como un chicle, que los días den tanto de sí que en mi cabeza parezcan semanas, aunque se pasen de rápido como si fueran segundos.

En esa dimensión paralela, ajena al mundo que sigue girando, se relativizan también las preocupaciones. Una se siente tan hormiguita entre tanta inmensidad, que esos mal llamados «problemas» resultan absurdos al ser vistos con distancia de por medio.

Cuando aterrizas, literal y metafóricamente, te das cuenta de lo innecesario que es darle tantas vueltas a un asunto, pudiendo dárselas al mundo. Que los cambios dan vértigo, pero que resistirse a ellos es tan inútil como nadar en contra de la corriente. Que está bien hacerte tus cábalas e ir tomando pequeñas decisiones.

Pero que, como cantaba John Lennon, «life is what happens to you while you’re busy making other plans». Todo lo demás son dibujos en una servilleta, pajas mentales.

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