A dónde vamos

Invierno

Solo son nubes

Invierno

Los jardines de marzo

Invierno, LETRAS

Hay una canción de La Bien Querida que empieza diciendo: «todo el mundo tiene restos de sueños y regiones de la vida devastadas». No se escribió en tiempos de pandemia, pero me parece una frase extrapolable a este último año.

Un año de perder seres queridos sin poder darles la despedida que merecen. Un año de impotencia para quienes todavía, a pesar de los avances, no son capaces de salvar vidas. Un año de colas del hambre, de cerrar negocios y no llegar a fin de mes, de estar más cerca de la ruina que de la recuperación. Un año de no viajar, de no poder tocar, abrazar ni besar tanto como nos gustaría. Un año de preocupación y angustia, de irse a la cama con los dedos cruzados por alguien que está pendiendo de un hilo. Un año de perderse momentos con la familia y los amigos, de sustituirlos por pantallas, de echar de menos por encima de nuestras posibilidades. Un año sin fiestas de pueblo, sin Navidad (dos sin Semana Santa), sin festivales. Sin alegría.

Un año de continua actividad en piloto automático para no reparar más de la cuenta en la realidad que se tiene delante. «Viviendo rápido para no pensar», para no asumir que hay cimientos que se te están empezando a resquebrajar. Porque en cuanto paras, ese pensamiento aprovecha para acecharte. Parece que todo está más o menos bien hasta que, de repente, te toca a la puerta. «Un momento. ¿Qué ha pasado? ¿Pero todo esto es real? ¿Dónde está mi vida tal y como la conocía?»

Que levante la mano a quién no le haya salpicado algo de todo esto. Que la levante y que sea consciente de la suerte que tiene.

La factura psicológica de este año va a ser más alta que la de la luz cuando vino Filomena. Pero aguantaremos, porque no queda otra. Y porque las malas rachas no duran para siempre.

En el instante antes de que todo pase

Invierno, LETRAS

Deberían desaparecer las despedidas.

O quizás deberíamos estar más acostumbrados a ellas. Y a los cambios, y a echar de menos. Y también a echar de más de vez en cuando. Estaría bien saber desacostumbrarse de las buenas costumbres, y advertir lo nocivo que es aferrarse a algo efímero, que no durará eternamente.

Pero qué genial sería jugar con el tiempo, y hacer de su relatividad algo variable. Poder estirarlo y encogerlo a nuestro antojo. Quedarnos a vivir en un bonito instante, y hacer que una mala racha dure tan solo un suspiro.

Saber decir «no» a tiempo

Invierno, LETRAS

Saber decir “no” a tiempo cura muchos males. “No”, una palabra a veces tan sencilla como difícil de pronunciar. 

Decir “no” a cosas, personas, situaciones, circunstancias, planes… Todo lo que vaya contra tu voluntad y tus principios. Y no necesariamente sentirse mal por ello. Porque, si no eres dueño de tus decisiones, entonces ¿de qué vas a serlo?

Decir “no” a lo que no necesitas, y desprenderte de ese “guardar por guardar”, de esa especie de síndrome de Diógenes que te hace acumular todo, que te impulsa a tratar de conservarlo todo. Buscar solo lo más vital, parafraseando a El libro de la selva.

Decir “no” a lo que no te llena, a lo que no encaja contigo, para así poder dejar paso (y hueco) a posibles oportunidades, tal vez mejores. Pero también decir “no” a las grandes ambiciones, a querer poseerlo todo, a aspirar a creerse más que nadie. Que la avaricia rompe el saco, que es mejor pecar de prudente, que con la humildad se llega mucho más lejos.

Decir “no” a que te manipulen, a que te zarandeen, a que ignoren, a que te traten como no te mereces. Llevar por bandera tu propia autoestima y el egoísmo razonable, y por lema el “hasta aquí hemos llegado”. Y saber decir adiós, eso también es necesario.

Y también decir “sí” de vez en cuando, “por qué no”. Que de cobardes no se ha escrito nunca.

El mundo es de los perseverantes

Invierno, LETRAS

Nada puede pararme.

Aunque venga el viento de cara y de un solo soplo me tire contra el suelo. Aunque lleguen tiempos en los que tenga que caminar sobre algo tan rígido y a la vez tan frágil como el hielo. Aunque a veces resbale, clavaré bien los cimientos de mis ideas, y lo haré tan fuerte que resistirán ante cualquier temporal oportunista. Y de ellos, nacerán siempre cosas mejores. Paso a paso, poco a poco, al andar se hace camino, no importa lo lejos que quede la meta.

Y si me paro, será para respirar hondo, coger impulso, y seguir avanzando con más ganas que nunca.