A dónde vamos
A dónde van los ratos no vividos. Los planes deshechos, el tiempo perdido. A dónde va lo que se prepara y nunca se hace. La oportunidad marchita que muere y no nace. A dónde va la ilusión que empuja la intención inerte. La emoción por que me mires, las ganas de verte.
Solo son nubes
Cogí el camino que tenía delante decidida a llegar lo más lejos que pudiera. No sabía dónde iba, solo que quería huir. Empecé caminando rápido, firme. No hacía sol, pero llevaba mis gafas de sol puestas. No había nadie, pero no quería que ni siquiera el cielo, los árboles, los pájaros, pudieran ver mis lágrimas.
Los jardines de marzo
Un año de continua actividad en piloto automático para no reparar más de la cuenta en la realidad que se tiene delante. «Viviendo rápido para no pensar», para no asumir que hay cimientos que se te están empezando a resquebrajar. Porque en cuanto paras, ese pensamiento aprovecha para acecharte.
En el instante antes de que todo pase
Deberían desaparecer las despedidas. O quizás deberíamos estar más acostumbrados a ellas. Y a los cambios, y a echar de menos. Y también a echar de más de vez en cuando. Estaría bien saber desacostumbrarse de las buenas costumbres, y advertir lo nocivo que es aferrarse a algo efímero, que no durará eternamente.
El mundo es de los perseverantes
Nada puede pararme. Aunque venga el viento de cara y de un solo soplo me tire contra el suelo. Aunque lleguen tiempos en los que tenga que caminar sobre algo tan rígido y a la vez tan frágil como el hielo. Aunque a veces resbale, clavaré bien los cimientos de mis ideas, y lo haré tan fuerte que resistirán ante cualquier temporal oportunista.
Saber decir «no» a tiempo
Saber decir “no” a tiempo cura muchos males. “No”, una palabra a veces tan sencilla como difícil de pronunciar. Decir “no” a cosas, personas, situaciones, circunstancias, planes… Todo lo que vaya contra tu voluntad y tus principios. Y no necesariamente sentirse mal por ello. Porque, si no eres dueño de tus decisiones, entonces ¿de qué vas a serlo?