Hay algo en estos barrotes blancos que me hace querer volver a ser una niña. Este patio, esta luz, esta brisa, esta temperatura.
Querer bajar la barandilla a lo pipi calzaslargas, como si fuera un tobogán. Cantar el torito enamorado de la luna (titotí) y grabarlo en un radiocasete. Dar vueltas sobre mí misma, contando las veces que veo las bocas de dragón, los geranios, las buganvillas.
Sentarme en una silla de madera y recordar el chiste de Jaimito. Mamá, yo quiero una trompeta como esa. El pajarillo que como no tenía «pumas», ¡no podía volar! Y los que se hayan comido las tajás, que se beban el caldo.
Cortar las flores del hule mientras se hornea la tarta de manzana. Cenar un huevo pasado por agua mientras echan Cine de Barrio. Jugar a la brisca con las señoras del pueblo, ellas siempre tan expertas, yo tan sólo una cría resabiá.
Bajar a la cueva y buscar en las tinajas a los 40 ladrones. Subir al trastero y aprender a hacer botones con retales. Mirar al techo y cantar «cuatro esquinitas tiene mi cama» antes de dormir.
Tía Lola: este patio, tú y tus historietas deberíais ser eternos.